viernes, 22 de febrero de 2013

Cátedra de san Pedro


Cátedra de San Pedro, 1657-66. Obra de Bernini
Bronce, mármol, madera, estuco y alabastro.
Basílica del Vaticano. Roma. Italia

Está situada en el ábside de la Basílica de San Pedro del Vaticano. La estructura es muy curiosa y llena de simbolismo, ya que se trata de una silla o cátedra (la de san Pedro). Ésta se encuentra ingrávidamente sostenida y custodiada por cuatro figuras colosales de seis metros que representan los Santos Padres de la Iglesia, dos de la iglesia occidental y dos de la oriental. San Ambrosio, san Agustín, san Atanasio y san Juan Crisóstomo, delante de un luminoso y espectacular rompimiento de gloria con ángeles, se encuentra la parte interna de la ventana ovalada, cerrada por una lámina de alabastro con rayos que dividen la superficie en doce sectores como los doce Apóstoles, donde se sitúa la paloma del Espíritu Santo.

Se trata de un monumento de glorificación de la autoridad papal frente a los protestantes y simboliza, a través de las figuras de los Santos Padres orientales y occidentales, la universalidad de papado y la representación del Espíritu Santo la asistencia de éste a los papas. La obra fue terminada en 1666, bajo el papa Alejandro VII. 

El abad San Odón de Cluny, Sermón 1 (PL 133, 712-713), nos dice refiriéndose al ministerio petrino:

El beatísimo Pedro, príncipe del colegio apostólico, por ser el primero que confesó al Señor, fue constituido piedra de la Iglesia y custodio de las llaves del reino. Se le impone el nombre por su profesión de fe; se le confiere el título en razón del poder otorgado, cuando mereció escuchar de labios del Señor: Y yo te digo, es decir, como el Padre te ha revelado mi divinidad, así yo doy a conocer tu excelencia, porque tú eres Pedro, mientras que yo soy la piedra inamovible, la piedra angular, que he hecho de los dos pueblos una sola cosa. Yo soy el cimiento fuera del cual nadie puede colocar otro, pero tú también eres piedra, porque te apoyas en mi fortaleza, de modo que los poderes que me son propios, los comparto contigo por participación. Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Sobre esta roca —dice—levantaré un templo para la eternidad y de esta firmeza de fe se alzará hacia el cielo la sublimidad de mi Iglesia.

Contra esta confesión nada podrán los poderes del infierno ni las cadenas de la muerte la amordazarán. Esta voz es voz de vida y así como eleva hasta el cielo a sus confesores, arroja al infierno a sus negadores. Por eso se le dice al beatísimo Pedro: Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.

En Pedro se fortalece la constancia de los demás, y la economía de la gracia divina se dispone de manera que, la firmeza que Cristo confiere a Pedro, de Pedro la reciben los demás apóstoles.

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