sábado, 16 de febrero de 2013

La vocación de San Mateo


La vocación de San Mateo c. 1621, Obra de Hendrick ter Brugghen
Olio su tela, 102 x 137 cm
Centraal Museum , Utrecht, Paises Bajos.

Este cuadro nos puede ayudar a repensar el evangelio de hoy:

En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
- «Sígueme.»
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo:
- «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les replicó:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»
Lucas 5, 27-32

En la pintura están retratadas diferentes aptitudes que nos pueden interrogar. Jesús, por una parte, casi ausente, escondido pero enérgico y decidido, lanza el dedo hacia Mateo quien se interroga a sí mismo, y hace dudosa la llamada, casi increíble ¿es a mi? -se pregunta-, ¿soy yo a quien Jesús está llamando? (¡Cuántas veces podemos habernos hecho esas preguntas!).

Los acompañantes asisten algo admirados a la escena, preguntándose: ¿quién es éste, que viene a llamar a ése, que es un ...?, ¿a qué santo aparece a perturbar su cómoda vida? ¿quién es el llamado: ¡ése, un recaudador, un colaborador de Roma, un corrupto, un pecador! ¿Quién es este loco que deja el negocio y atiende la llamada de este rabino, este predicador?

El personaje de la derecha parece que permanece fuera de lo que está sucediendo y sigue atento a su  negocio, que hay que mantener y salvaguardar. Ve con malos ojos tanto a quien se atreve a romper el orden establecido, como a quien se levanta de su asiento y, dejándolo todo, sigue a este hombre que, aparentemente, no da nada y pide todo. Ambos parece que han enloquecido.

Esto contrasta con la mirada serena y confiada de quien parece ser ya un discípulo, que está a la izquierda de Jesús, asistiendo a la llamada del Maestro y a la disponibilidad del llamado. No hay temor en sus ojos; al contrario, animan en silencio a seguir a Jesús.

¿Dónde estamos nosotros? ¿Dónde nos situaríamos dentro de esta escena? ¿somos los sanos, los pecadores, los justos o los enfermos?

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