sábado, 8 de junio de 2013


Jesús niño en la puerta del templo, 1660. Obra de Claudio Coello
Óleo sobre lienzo. 168 x 122 cm. 
Museo del Prado, Madrid. España

El evangelio de hoy sábado (Lc 2, 41-51), uno de los más difíciles de interpretar y que está incrustado entre los vv. 40 y 52, relativos al desarrollo armonioso y a la "sabiduría" creciente del Niño. Es absolutamente razonable suponer que esas alusiones a la sabiduría de Jesús constituyen la clave de la inteligencia del relato. 

Vemos además como el evangelista señala a María "conservaba todas esas cosas en su corazón" (v.51). Esta expresión refleja en general, sobre todo en San Lucas, la actitud de quien presiente la realidad de un oráculo profético (Lc 1, 66; 2, 19, 51; Gén 37, 11; Dan 4, 28; 7, 28 (LXX); ap 22, 7-10). Ahora bien, el reproche que Jesús hace a sus padres: "¿No sabíais que tengo que estar...?" (v.49), es la expresión que formula habitualmente para remitir a su auditorio a las Escrituras a las que da cumplimiento, y más especialmente a los oráculos que dicen referencia a su muerte y a su resurrección (Lc 9, 22; 13, 33; 17, 25; 22, 37; 24, 7, y , sobre todo, 24, 27; 24, 44). Esto equivale a decir: "¿Es que no habéis leído eso en la Escrituras y no es, acaso, insoslayable el cumplimiento de esas Escrituras?" Así es como muchos detalles accesorios del relato adquieren un relieve extraordinario y convencen al lector de que la primera subida de Cristo a Jerusalén es el presagio de su subida pascual. En uno y otro caso se le busca a Jesús sin encontrarle (Lc 2, 44-45 y 24, 3, 23-24); y también en ambos casos se le encuentra al cabo de tres días (Lc 2, 46; cf. Lc 24, 7, 21, 46; Act 10, 40; Os 6, 2); en ambos casos es la voluntad del Padre la que anima y orienta la conducta de Jesús (Lc 2, 49; cf. Lc 22, 42); en ambos caso, finalmente, la escena se desarrolla en el curso de una fiesta de Pascua (Lc 2, 41; cf. Lc 22, 1). 

Al redactar este relato, unos cincuenta años después de este acontecimiento, Lucas sabe qué misión presagiaba este episodio, y su forma de escribir permite que el lector lo comprenda también: estos acontecimientos hay que leerlos a la luz de la muerte y de la resurrección del Señor.

La sabiduría de Cristo ha consistido, para Lucas, en comprender los designios del Padre sobre El y en anteponer su cumplimiento a toda otra consideración. Sus padres no tienen aún esa sabiduría; pero, al menos, respetan ya en su Hijo una vocación que trasciende el medio familiar. 

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
-«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les contestó:
-«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.

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