lunes, 3 de junio de 2013

La Trinidad con las ánimas del purgatorio


La Trinidad con las ánimas del purgatorio, 1743. Obra de Corrado Giaquinto
Óleo sobre lienzo, 99,06 x 73,98 cm

Mirando este cuadro y leyendo el evangelio de hoy, no puedo dejar de interrogarme sobre la gran misericordia que Dios tienen sobre nosotros. ¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros, dice el evangelista llevado posiblemente por esquemas humanos. Pero no así Jesús, que afirma, "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente". Él es la fuente de nuestra salvación y aquí el artista ha plasmado muy bien la agonía del hombre que, aunque pecador, se vuelve al Padre quien a pesar de haber entregado a su hijo al suplicio sabe que este era el medio para la única y verdadera eterna salvación del hombre.

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:
«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron.
Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron:
"Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia. "
Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?»
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.

san Marcos 12, 1-1

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