martes, 26 de noviembre de 2013

Francisco Collantes. La visión de Ezequiel


La visión del profeta Ezequiel, 1630. Francisco Collantes
Óleo sobre lienzo, 177 x 205 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Hoy en la primera lectura de maitines los monjes comenzamos a leer la visión del profeta Ezequiel del Valle de los huesos (Ezequiel 37,1-14). o la visión sobre la resurrección del pueblo de Dios. 

Sin duda, tanto Ezequiel como su auditorio tuvieron que haberse pregun­tado cómo sucedería tal cosa. Con Jerusalén en ruinas y el pueblo en el exilio, las perspectivas no podían ser más obscuras y sombrías. En el pasaje de Ezequiel 37,1-39,29, la restauración de Israel (el pueblo de Dios) en triunfo sobre todas las naciones, queda desarrollada y dibujada. Por divina revelación, Ezequiel llega a la seguridad de que todo esto tendrá su cumplimiento.

El Espíritu del Señor conduce a Ezequiel en medio de un valle lleno con huesos secos. Dios invita al profeta a que hable a aquellos huesos. Ante su asombro total, Ezequiel ve cómo los huesos se animan con la vida. Esta resurrección de los huesos muertos, significa la reavivación y la restauración de la totalidad de la casa de Israel, incluyendo tanto al Reino del Norte como al del Sur. Serán reunidos como los israelitas serán reagrupados procedentes de entre las naciones con la específica promesa de que un rey gobernará sobre ellos. El gobernante o “pastor”, de nuevo identificado como “mi siervo David”, deberá ser el príncipe para siempre en tanto el pueblo se conforma a los estatutos y ordenanzas de Dios. En la tierra de Israel, Dios establecerá una vez más su santuario de forma tal, que todas las naciones conocerán que El ha santificado y purificado a su nación de Israel. Cristo sera el nuevo pastor de su pueblo los creyentes y bautizados que El ha santificado y purificado con su muerte y resurrección.

El uso de la muerte para representar un cambio de condición ayuda a entender visiones proféticas como la del libro de Ezequiel, donde se asemeja al pueblo de Dios exiliado en Babilonia a huesos secos y a personas muertas y enterradas. (Eze 37,1-12) Estas tenían que “llegar a vivir” otra vez y establecerse de nuevo en su propio suelo. (Eze 37,13-14) Se hallan elementos comparables en Apocalopsis 11, 3. 7-12 y Lucas 16, 19-31

En la visión de los últimos días el establecimiento de Israel no permanecerá oculto ni sin desafío. (Ezequiel 38, 14-39, 10). Na­ciones procedentes de las partes del norte, especialmente Gog y Magog, reunirán en masa sus ejércitos para luchar contra Israel en los postreros días. El pueblo de Dios se vera amenazado.Viviendo en ciudades sin vallar y gozando de una prosperidad sin precedentes, Israel se convertirá en el objeto codiciado de los enemigos invasores procedentes del norte. Esto, sin embargo, será un día de justicia. "Esto dice el Señor: Tú eres aquel de quien hablé antiguamente por medio de mis siervos los profetas de Israel; ya entonces profetizaron que yo te traería contra ellos. Aquel día, cuando Gog invada la tierra de Israel —oráculo del Señor—, brotará mi cólera y mi indignación." Las fuerzas de la naturaleza en forma de terremotos, lluvia granizo, fuego y azufre serán dejadas sueltas contra el feroz invasor. La confusión, el derramamiento de sangre y la pestilencia prevalecerán mientras luchan el uno con el otro. Ave de presa y bestias salvajes devorarán los ejércitos de Gog y Magog y el enemigo quedará sin ayuda, permitiendo así que Israel tome todos sus despojos de guerra. Enterrarán a los muertos y purificarán la tierra.

El capítulo, entendido en su momento como esperanza inmediata para los israelitas del fin de su exilio y de su alzamiento como nación poderosa protegida por Dios, fue interpretado por los teólogos de siglos posteriores como anuncio de lo que ocurrirá el día del Juicio Final, con la Resurrección de la carne en cumplimiento de la promesa redentora de Cristo.

Con todas las naciones conscientes de los juicios de Dios, a Israel se le asegura la restauración de su buena fortuna. Ellos vivirán con seguridad en la tierra donde nadie tendrá miedo. No quedará nadie entre las naciones, cuando Dios vierta su Espíritu sobre ellas. Israel, el pueblo de Dios, el pueblo escogido al que pertenecemos todos los creyentes sera el pueblo de la justicia y de la vida eterna en Cristo.

La visión de Ezequiel, de Francisco Collantes. quien debió de haber visitado Italia, como parece sugerir el lienzo que aquí mostramos. En un paisaje de ruinas clásicas, el pintor sitúa la visión apocalíptica del profeta, con los muertos levantándose de sus tumbas e invadiendo los restos de la civilización entre rocas y huesos descarnados. El tipo de paisaje es el mismo que durante el siglo XVII se trabajaba en Roma. Allí se afincaron numerosas colonias de pintores extranjeros, que seguían fielmente este tipo paisajístico, grandioso, tratado con la excusa de plasmar un episodio bíblico o mitológico. Los flamencos fueron los que más lo hicieron y se puede rastrear su influencia en el cielo agitado del fondo, así como en las rocas lejanas. Este lienzo sintetiza lo mejor de las tradiciones paisajísticas flamencas e italianas, con un riguroso estudio de la anatomía humana. 



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