domingo, 17 de noviembre de 2013

Jean Cousin, el jóven. El juicio final


El juicio final, 1585. Jean Cousin, el joven. 1522–1595. 
Óleo sobre lienzo,  145x142 cm 
Museo del Louvre. Paris. Francia

Nos acercamos al final del año litúrgico y las lecturas de este domingo nos llaman a meditar sobre el final de los tiempos presentes y prepararnos al encuentro con Cristo, Juez y Señor del universo. Así el profeta Malaquías como el evangelista san Lucas nos llaman la atención a mirar a lo alto y estar preparados para la venida del salvador, Juez de vivos y muertos, Señor de la historia. 

Jesús les dijo.
Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
...Luego les dijo.
Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.
Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Como dice el salmo 97, "El Señor llega para regir los pueblos con rectitud. Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud."

Y la Profecía de Malaquías no advierte de la suerte de los perversos y la fortuna de los justos. Solo Dios salva a los que, como fieles y valientes testigos de su Hijo y confiados en la fuerza del Espiritu Santo, dieron la vida por quien antes les había rescatado de la muerte.

Mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir - dice el Señor de los ejércitos -, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.

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