miércoles, 20 de noviembre de 2013

Willem de Poorter. Los Talentos

La parábola de los Talentos. S. XVII. Willem de Poorter 
Óleo sobre lienzo
Galería Nacional de Praga , Praga, República Checa

El evangelio de san Lucas de hoy (Lc.19, 11-28)  tiene su paralelo en el mismo de Mateo 25, 14-30. Mientras Jesús se acercaba cada vez más a Jerusalén, la expectativas mesiánicas crecieron en las personas que escucharon las enseñanzas de Jesús y vieron anteriormente las curaciónes o la conversión  de Zaqueo. Pero Jesús trató de hacer entender a sus seguidores que el reino no aparece inmediatamente como por arte de magía. A tal fin, le dijo a la parábola de los talentos. En la parábola, un noble se prepara para ir en un viaje a un país lejano y recibir un reino. Antes de que se marche da dinero a tres de sus sirvientes. Él les dice que hagan negocios con ello hasta que regrese. Mientras tanto, dos de los tres siervos que recibieron el dinero comerciaron con este para obtener un beneficio, pero el tercero esconde el dinero y le da al maestro lo mismo cuando regresa. El Señor reprende al tercer siervo tomando su dinero y lo entrega al que ya tenia las diez piezas de oro. Después, en cuanto a los que se negaban su reinado, los ha traído y matado delante de él. 

La parábola enseña dos lecciones principales: el reino se retrasará, y el rey  premiará o castigará de acuerdo con el trabajo de sus súbditos en la construcción del reino.

Jesús no pretendía solo hablar del llamado a desarrollar las dotes naturales de cada uno, sino de hacer fructificar los dones espirituales recibidos de él. A desarrollar las dotes naturales, ya nos empuja la naturaleza, la ambición, la sed de ganancia. A veces, al contrario, es necesario poner freno a esta tendencia de hacer valer los talentos propios, humanos, porque puede convertirse fácilmente en puro afán por hacer carrera, por imponerse a los demás, pretender esa figura triunfalista llamada “éxito”.

Los talentos son, para nosotros cristianos de hoy, la Fe transmitida a través de la Palabra de Jesús, nos obliga a hacer un examen de conciencia en este camino de Esperanza: ¿Qué uso estamos haciendo de estos talentos? ¿Nos parecemos al siervo que los hace fructificar o al que los entierra? Para muchos el propio bautismo es verdaderamente un talento enterrado. ¿Quien recibe un regalo en su cumpleaños y lo deja en un rincón sin abrirlo? ¿Este don de la vida divina, con el bautismo, podemos sepultarlo?

Los frutos de los talentos naturales acaban con nosotros, o como mucho pasan a los herederos; los frutos de los talentos espirituales nos siguen a la vida eterna y un día nos valdrán la aprobación del Juez divino: "Bien, siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, te daré autoridad sobre lo mucho: toma parte en el gozo de tu señor". 

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