martes, 25 de marzo de 2014

Bicci di Lorenzo. La Virgen de la Anunciación

La Virgen de la Anunciación. 1430. Bicci di Lorenzo
Temple y oro sobre tabla. Medidas: 69,3 x 30,8 cm / 75,5 x 31,4 cm / 69 x 31,9 cm
Coleccion Thysen (depósito Museo de Arte de Cataluña). España

Celebramos hoy la solemnidad de la Anunciación del Señor. La fecha de esta fiesta viene condicionada por los nueve meses, justo antes del día 25 de diciembre, en el que celebramos la Navidad. Generalmente, como este año sucede, se halla esta celebración en medio de la Cuaresma. Da la impresión de que se rompe la línea que lleva hasta la Pasión del Señor pero, en realidad, nos recuerdo el misterio de la Encarnación del Señor que no es estamos ante el fatal destino de un hombre insigne, sino ante la eterna decisión de Dios de venir en persona a rescatar a su oveja perdida.

Para contemplar este misterio, hemos escogido un tríptico de la Colección Thyssen, que se encuentra depositado en el Museo de Arte de Cataluña. El tríptico muestra en el centro la Crucifixión del Señor, con María y san Juan; las puertas del tríptico contienen, en cambio, la Anunciación. Nos ha parecido una magnífica invitación a la oración en este día de la Anunciación, en medio de la Cuaresma.

La Anunciación nos presenta a María orante, ante un atril que contiene el libro de la Escrituras. El Espíritu Santo se acerca en forma de paloma, y ella asiente con el gesto de cruzar las manos sobre el pecho y una mirada recatada. Frente a ella, en la puerta de la izquierda, el ángel anuncia el mensaje, portando la azucena de la pureza; por encima de él, la figura del Cristo, el Verbo eterno que se encarna por obra del Espíritu Santo. Tanto las tablas laterales, como la central, están coronadas por el querubín de seis alas, típico de la pintura gótica italiana.

La Crucifixión, con un Cristo que todavía sangra por sus heridas, se concibe con los personajes esenciales: la Virgen y san Juan. A los pies de la cruz, y próxima a un charco de sangre que cae por el supedáneo, se coloca la calavera de Adán, cuya presencia, así como la de la sangre que la rodea, es un símbolo de la purificación del pecado original. Rematando la cruz, de la que brota una rama de verde intenso, se sitúa un pelícano con sus cuatro crías. Según la leyenda, el pelícano alimenta a sus crías con la sangre que brota de una herida que él mismo se ha infligido en el pecho. El ave, unida a la Crucifixión, acentúa el carácter de Cristo como Redentor.

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