sábado, 21 de marzo de 2015

Zurbarán. San Benito

San Benito. 1640-1645. Zurbarán
Óleo sobre lienzo. Medidas: 188 cm x 103 cm.
Museo Metropolitano de Nueva York

Celebramos el Tránsito de Nuestro Padre san Benito, su paso de este mundo a la gloria del Padre. El lienzo con el que hoy queremos meditar sobre la vida del Santo, dando gracias al Señor por la maravillosa obra de la gracia en aquel varón de Dios, fue pintado por Zurbarán como parte de un grupo dedicado a los santos fundadores de órdenes religiosas, que se ha conservado gracias a una copia para el convento de los Capuchinos de Castellón de la Plana. En su obra, Zurbarán nos muestra al santo en primer plano, sobre un paisaje, al fondo del cual, está el mismo sentado arrodillado en oración. San Benito sostiene un jarro, que hace referencia al milagro que nos refiere san Gregorio en el Capítulo III del Segundo Libro de los Milagros:

No lejos de allí, había un monasterio cuyo abad había fallecido, y todos los monjes de su comunidad fueron adonde estaba el venerable Benito y con grandes instancias le suplicaron que fuera su prelado. Durante mucho tiempo no quiso aceptar la propuesta, pronosticándoles que no podía ajustarse su estilo de vida al de ellos, pero al fin, vencido por sus reiteradas súplicas, dio su consentimiento. Instauró en aquel monasterio la observancia regular, y no permitió a nadie desviarse como antes, por actos ilícitos, ni a derecha ni a izquierda del camino de la perfección. Entonces, los monjes que había recibido bajo su dirección, empezaron a acusarse a sí mismos de haberle pedido que les gobernase, pues su vida tortuosa contrastaba con la rectitud de vida del santo.

Viendo que bajo su gobierno no les sería permitido nada ilícito, se lamentaban de tener que, por una parte renunciar a su forma de vida, y por otra, haber de aceptar normas nuevas con su espíritu envejecido. Y como la vida de los buenos es siempre inaguantable para los malos, empezaron a tratar de cómo le darían muerte. Después de tomar esta decisión, echaron veneno en su vino. Según la costumbre del monasterio, fue presentado al abad, que estaba en la mesa, el jarro de cristal que contenía aquella bebida envenenada, para que lo bendijera; Benito levantó la mano y trazó la señal de la cruz. Y en el mismo instante, el jarro que estaba algo distante de él, se quebró y quedó roto en tantos pedazos, que más parecía que aquel jarro que contenía la muerte, en vez de recibir la señal de la cruz hubiera recibido una pedrada. En seguida comprendió el hombre de Dios que aquel vaso contenía una bebida de muerte, puesto que no había podido soportar la señal de la vida. Al momento se levantó de la mesa, reunió a los monjes y con rostro sereno y ánimo tranquilo les dijo: "Que Dios todopoderoso se apiade de vosotros, hermanos. ¿Por qué quisisteis hacer esto conmigo? ¿Acaso no os lo dije desde el principio que mi estilo de vida era incompatible con el vuestro? Id a buscar un abad de acuerdo con vuestra forma de vivir, porque en adelante no podréis contar conmigo".

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