viernes, 26 de junio de 2015

Herrada de Landsberg. El seno de Abraham

El seno de Abraham. 1180. Herrada de Landsberg
Copia. Original: óleo sobre pergamino
Biblioteca Municipal de Estrasburgo

Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.»  Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró.

Leemos hoy en la Eucaristía uno de los textos más importantes del Antiguo Testamento, en el que Dios le promete a Abrahán una descendencia, no basada en la pura carne, sino en la fe puesta en una promesa de muy difícil cumplimiento. Abraham pasa a ser el padre en la fe de todos los creyentes, que son acogidos en su seno.

Precisamente, hemos escogido una iluminación medieval de dicha idea, en la que aparece Abraham sentado en un trono, entre los cuatro ríos que salen del Paraíso, con una multitud de niños que representan las almas de los creyentes de todo los tiempos. Pertenece a una curiosa obra de Herrada de Landsberg, una monja alsaciana del siglo XII y abadesa de la abadía de Hohenburg en los montes Vosgos, perteneciente a su enciclopedia pictórica Hortus deliciarum (El Jardín de las delicias).

Hacia el año 1165 Herrada había comenzado entre los muros de su convento la obra por la que sería conocida, el Hortus deliciarum, un compendio de todas las ciencias estudiadas en su época, incluyendo la teología. En esta obra Herrada detalla la batalla entre la Virtud y el Vicio con imágenes visuales especialmente vívidas que preceden a los textos.

Su obra muestra una escritura muy elaborada. Su principal distinción la constituyen las 336 ilustraciones que adornan el texto. Muchas de ellas son representaciones simbólicas de temas teológicos, filosóficos y literarios; algunas son históricas, algunas representan escenas relacionadas con la experiencia personal de la artista y una ilustración es una serie de retratos de sus hermanas religiosas. La técnica de algunas ilustraciones ha sido muy apreciada en casi todos los ámbitos artísticos, ya que demuestra una imaginación muy extraña entre los artistas contemporáneos de Herrada. La poesía que acompaña a los extractos de escritores de la antigüedad y de autores paganos también ha contribuido a la fama de Herrada.

La obra tiene defectos habituales en las obras literarias del siglo XII: faltas de ortografía, palabras y construcciones no utilizadas en la gramática clásica y giros estilísticos en varias frases que no serían aceptados en una escuela de poesía latina de su época. Sin embargo, su sentimiento es sincero, las líneas poéticas son musicales y admirablemente adaptadas a su propósito, el servicio a la divinidad. Herrada considera que su comunidad es una congregación unida para servir a Dios cantando alabanzas en su nombre.

Después de haber sido preservado durante siglos en la abadía de Hohenburg, el manuscripto del Hortus deliciarum pasó a la biblioteca municipal de Estrasburgo durante la Revolución francesa. Allí las miniaturas fueron copiadas en 1818 por Christian Moritz. De esta forma, aunque el manuscrito original fue destruido durante el incendio de la biblioteca de Estrasburgo en el asedio de la ciudad de 1870 durante la guerra franco-prusiana, actualmente todavía se puede apreciar el valor artístico y literario de la obra de Herrada.

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