viernes, 3 de julio de 2015

Strozzi. La duda de santo Tomás

La duda de Santo Tomás. 1620. Bernardo Strozzi
Óleo sobre lienzo. Medidas: 110cm x 87cm.
Museo de Arte de Ponce. Puerto Rico

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

El relato de la duda de santo Tomás ante el Señor resucitado ha sido objeto de frecuentes representaciones en la iconografía cristiana. La imagen que contemplamos, procedente del manierismo italiano, fue pintada por Bernardo Strozzi. Nació en Génova hacia 1581. En 1598, a los diecisiete años de edad, ingresó en un monasterio capuchino. Cuando su padre murió hacia 1608, abandonó la orden para cuidar a su madre, ganándose la vida pintando cuadros que a menudo estaban influidos por las enseñanzas franciscanas.

En 1625, se le acusó de practicar ilegalmente la pintura, lo que era un delito ya que para ser pintor se requería una formación como tal y asociarse al gremio local. Cuando su madre murió (h. 1630) Bernardo fue presionado por la orden de los capuchinos ante los tribunales para que regresara a la orden. Sufrió un breve tiempo de prisión en Génova, y al ser liberado huyó a Venecia para evitar que lo confinasen en un monasterio en 1631. Durante toda su vida llevó el mote de il prete Genovese (el sacerdote genovés).

En la obra que contemplamos, se nota una cierta reminiscencia de Caravaggio: el cuerpo de Cristo está intensamente iluminado, simbolizando la luz de la Resurrección, que ilimina a todos los apóstoles, excepto al propio Tomás, cuya duda le tiene sumido en la tiniebla.

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