lunes, 13 de marzo de 2017

Juan de Flandes. La oración del huerto

La Oración del Huerto. 1514-1519. Juan de Flandes
Óleo sobre tabla. 110 x 84 cm
Museo del Prado. Madrid

Durante el tiempo de Cuaresma, además de los textos litúrgicos que nos invitan a la conversión, volvemos también con frecuencia nuestra mirada de fe a los misterios de la Pasión del Señor, que durante la Semana Santa tal vez se agolpan ante nosotros y nos abruman; por eso, con tiempo, podemos ir desgranándolos detenidamente. Hoy contemplamos la Oración del Huerto: después de la Última Cena, Jesús se retira con sus discípulos para orar, en un huerto a las afueras de Jerusalén, donde solía ir en otras ocasiones. Sabe que su Hora está cerca, pero que también esa es la hora de las tinieblas. Estamos, pues, ante dos horas, o dos momentos, o dos situaciones completamente distintas: la hora de la salvación, en la que Dios se entrega a sí mismo para rescatar a la oveja perdida; y la hora tenebrosa en la que el hombre cede a la fuerza del mal y provoca la muerte del justo.

Hemos escogido, nuevamente, una obra de Juan de Flandes, que procede del retablo mayor de la iglesia de San Lázaro de Palencia, y que fue adquirida por el Museo del Prado. Cristo aparece apartado de sus discípulos, arrodillado, en actitud orante, pidiendo al Padre que pase de él el cáliz de amargura que ha de tomar y admitiendo que ha de cumplirse su voluntad. El cáliz, efectivamente, está situado sobre una estructura pétrea. Ajenos al drama que está viviendo Jesús, sus tres discípulos más cercanos (Pedro, Santiago y Juan), han cedido al sopor y, abandonando la oración, duermen. Al fondo se ve cómo Judas guía a los centinelas, que alumbrados por un farol se dirigen en silencio a detener a Jesús. Éste está perfectamente iluminado, a pesar de ser de noche; sin embargo, los que van a obrar el mal, necesitan un farol para iluminar la tiniebla en la que voluntariamente se sumergen.

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