viernes, 8 de diciembre de 2017

Zurbarán. Inmaculada Concepción

La Inmaculada Concepción. 1628-1630. Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo. Medidas: 128 cm. x 89 cm.
Museo del Prado. Madrid

El culto a la Inmaculada es una de las señas de identidad de la sociedad española del siglo XVII, sobre todo a raíz de una gran polémica entre sus defensores y sus detractores que tiene lugar en Sevilla en 1616. A partir de ese momento la ciudad se convierte en uno de los grandes focos concepcionistas del país y sus pintores dedican gran parte de sus energías a promover la devoción. Zurbarán es uno de los más activos en este sentido y a él se deben varias obras de este tema, como ésta, una de sus composiciones más tempranas y en la que muestra su característica Virgen niña y estática. 

Aparece con las manos unidas en oración y rodeada por los símbolos de las letanías que recuerdan las virtudes que acompañan a la imagen de la Virgen. 

La abundancia de estos complejos signos de lectura teológica hace que la imagen tenga dos posibles visiones para el fiel: la del manifiesto doctrinal extremadamente complejo y sólo descifrable para unos pocos entendidos, y la de la imagen devocional, que muestra una María hermosa e infantil, que despierta el fervor de los más sencillos.

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